Si sólo tienes unos segundos, lee estas líneas:
- Circulan múltiples mitos relacionados con la obesidad, una afección habitual en Estados Unidos. Los hispanos son una de las poblaciones más afectadas.
- Ni la obesidad se produce sólo por falta de actividad física o por hábitos alimentarios poco saludables ni todo el mundo puede perder peso solamente con fuerza de voluntad.
- Llevar una alimentación equilibrada, no fiarse de las dietas milagro, hacer ejercicio y dormir bien pueden ser consejos útiles para perder peso, según especialistas.
La obesidad es una afección habitual en Estados Unidos, según los Institutos Nacionales de Salud (NIH). Si hace 10 años ningún estado tenía una prevalencia de obesidad en adultos igual o superior al 35%, 22 estados igualaban o superaban este porcentaje en 2022, según datos publicados en 2023 por los CDC, encargados del control de enfermedades.
Los adultos hispanos tienen la segunda mayor prevalencia de obesidad (con un 45,6%), sólo por detrás de adultos negros no hispanos (49,9%). Esta enfermedad, que se caracteriza por una acumulación anormal o excesiva de grasa, es un factor de riesgo para otros problemas de salud, como la diabetes tipo 2, la hipertensión, trastornos en los lípidos en sangre e incluso el cáncer. Te explicamos algunos de los mitos más extendidos sobre ella.
No, no todo el mundo puede perder peso con suficiente fuerza de voluntad
En contra de la creencia popular, perder peso no es una cuestión únicamente de voluntad, como indica una revisión publicada en la revista Obesity Pillars. “Muchos factores contribuyen a las conductas de nutrición y actividad física, mucho más allá de la fuerza de voluntad", señalan los investigadores.
Este es el mito más prevalente y estigmatizante, según explica en LinkedIn el doctor Mauricio González (Dr. Mau en sus redes), especializado en medicina interna, de emergencias y obesidad.
El experto explica que esta afección tiene un fuerte componente genético en la regulación de señales de saciedad a nivel cerebral. Es decir, que “quienes sufren esta condición pueden comer más calorías sin llenarse, y además tienen centros de recompensa hipersensibilizados”. “Imagina que tienes mucha hambre y la gente te dice que no comas. Es algo parecido”, destaca.
Para la tecnóloga de los alimentos y nutricionista Beatriz Robles este mito supone “un enfoque perverso porque pone el foco en la persona que está padeciendo una enfermedad crónica”. Según explica a Maldita.es, medio cofundador de Factchequeado, este estigma no se da en otras enfermedades crónicas: “Nadie señala a un enfermo del corazón o a una persona que sufre una insuficiencia renal como si la culpa fuera suya”.
Un artículo sobre el manejo de la obesidad en adultos publicado en Obesity Facts indica que la obesidad es una enfermedad multifactorial y que un objetivo realista y sostenible en el tiempo sería una pérdida de peso de entre un 5% y 15% del peso inicial.
Además de que hay factores que influyen en el riesgo de padecer obesidad que no son modificables (como la genética), “el éxito de la pérdida de peso es diferente para cada paciente”. Así lo indica el artículo publicado en
. Para algunas personas (especialmente aquellas que ya han perdido algo de peso), esforzarse más no siempre dará como resultado una pérdida de peso adicional.
La obesidad no se produce sólo por falta de actividad física o por hábitos alimentarios poco saludables
Es un mito que la obesidad sea causada sólo por una mala alimentación y la falta de actividad física, como destaca la Coalición de Acción Contra la Obesidad (OAC): “Si bien la mala alimentación y la falta de actividad física pueden contribuir a la obesidad, no son los únicos factores que pueden provocarla”.
En realidad existen múltiples factores muy variados que influyen en el riesgo de una persona de padecer esta afección, tal y como indica este gráfico extraído del atlas del sistema de obesidad del Gobierno de Reino Unido. Entre ellos, están por ejemplo el consumo de alcohol, el nivel de estrés, la genética, las horas de sueño o el uso de medicamentos.
Un artículo publicado en la revista Canadian Family Physician indica que “los médicos deben ir más allá de la recomendación simplista y generalmente ineficaz de ‘comer menos y moverse más’ investigando y abordando los determinantes del aumento de la ingesta de energía, la disminución de la tasa metabólica y la reducción de la actividad”.
Los investigadores sostienen que hay que tener en cuenta factores como la falta de tiempo, el estrés psicológico, la fatiga, el dolor crónico o el consumo de medicamentos.
Las personas con obesidad no siempre son menos activas que quienes no padecen la enfermedad
“Es muy común escuchar que las personas obesas son perezosas y deben levantarse del sofá”, señala el artículo publicado en Canadian Family Physician. Un estudio difundido en la revista Obesity Research indica que este sesgo discriminatorio contra las personas con exceso de peso ha estado durante años extendido incluso entre algunos profesionales de la salud.
Pero no es cierto que las personas con obesidad sean siempre menos activas que quienes no padecen la enfermedad, según Robles. Aunque la falta de actividad es un factor de riesgo para el desarrollo de obesidad, “ni es el único ni quiere decir que las personas con obesidad padezcan la enfermedad porque son sedentarias”.
¿Hacer ejercicio es mejor que hacer dieta para adelgazar?
"La obesidad no se solucionará sólo con el ejercicio", afirma Martin Binks, psicólogo y profesor asociado de ciencias nutricionales en la Universidad Tecnológica de Texas, a USA Today.
Para bajar de peso, no podemos considerar el efecto individual de una intervención. Así lo asegura Robles, que subraya que tanto la dieta como el ejercicio son importantes: “Cada una juega un papel, pero ni siquiera son las únicas que tendríamos que tener en cuenta, también habría que intervenir sobre aspectos psicológicos, sociolaborales, educativos…”.
El ejercicio aeróbico por sí solo tiene una variedad de beneficios para la salud pero, en lo que a adelgazar se refiere, da como resultado una pérdida de peso bastante modesta en personas con sobrepeso y obesidad, según una revisión publicada en American Journal of Medicine. Los autores sostienen que este tipo de ejercicio sí puede ser una terapia eficaz para perder peso si se compagina con algunas dietas.
Llevar una alimentación equilibrada, hacer ejercicio y otros consejos para perder peso
“Los hábitos de vida poco saludables, como no hacer suficiente actividad física y consumir alimentos y bebidas con muchas calorías y pocos nutrientes, pueden aumentar el riesgo de sobrepeso y obesidad”, afirman los Institutos Nacionales de Salud.
Para perder peso, este organismo aconseja algunos cambios en el estilo de vida. Entre ellos, tener un plan de alimentación saludable para el corazón reducido en calorías y grasas saturadas y aumentar la actividad física.
El doctor Mau considera que “el manejo de la obesidad debe ser llevado a cabo por un programa multicomponente que incluye especialistas en nutrición, psicología, fisiología del deporte y medicina”.
La recomendación principal de Robles para las personas con obesidad es que no hagan dietas por su cuenta ni se fíen de las dietas milagro que prometen una pérdida grande de peso en poco tiempo ni de programas dietéticos basados en suplementos o productos distintos de los alimentos.
"No hemos encontrado nada que funcione para todos. Si lo hiciéramos, todos los que quisieran perder peso seguirían esa dieta, funcionaría y la epidemia de obesidad habría terminado", cuenta Christopher Gardner, investigador en nutrición y profesor de medicina en la Universidad de Stanford, a USA Today.
Dormir bien también es importante. Aunque la relación entre sueño y peso es compleja, hay evidencias que asocian dormir poco con un mayor riesgo de obesidad. Un artículo publicado en la revista científica Physiology & Behavior indica que el sueño insuficiente se asocia con un mayor consumo de calorías, malos hábitos alimentarios y obesidad. Esto podría deberse, según los investigadores, a que cuando se duerme poco se tienen más tiempo y más oportunidades para comer y una mayor angustia psicológica. Además se necesita más energía para mantenerse despierto de forma prolongada y pueden producirse cambios en las hormonas del apetito.
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