En 1966, Carlos Hernández Chávez estaba tocando con su grupo Los Esclavos en un cafetín de México cuando conoció a una mujer de Connecticut llamada Georgianne Nelson.
En esa época, él estudiaba arte en la Academia de San Carlos, la primera gran escuela de arte del continente.
Al terminar sus estudios, se le presentó una oportunidad en EE. UU. para audicionar para el grupo británico The Animals como su bajista, y como sabía que Nelson vivía en Connecticut, el joven y enamorado Chávez compró un pasaje hacia Nueva York.
Llegó con cinco maletas y 100 dólares en el bolsillo. Tras pasar la noche en el aeropuerto de Hartford, llegar en taxi a su casa en West Hartford y viajar en autobús hasta Aetna, la compañía de seguros donde ella trabajaba, Chávez la encontró.
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Luego de reconectar, Chávez le pidió que lo acompañara a San Francisco, donde le esperaba la audición con The Animals.
“Ella dijo, no, no voy a ir. Así que me quedé”, dijo Chávez.
Se estableció en Hartford, donde él y Nelson acogieron a unos 30 niños y criaron a nueve, cinco de los cuales fueron adoptados. Estuvieron casados hasta que Nelson falleció en 2006. En Hartford, expuso murales y pinturas y abogó por los derechos de los artistas como activista.
Gracias a su participación activa en el mundo de las artes, el Consulado General de México en Boston le concedió el premio de Reconocimiento a Mexicanos Distinguidos de 2024 en una ceremonia privada celebrada en Hartford a principios de diciembre.
“Alguien está prestando atención a lo que he hecho, y eso me alegra”, expresó. “Nunca trabajo en busca de reconocimiento”.
Representación de la fortaleza y la familia
Chávez creó su primer mural, titulado “La Condición Humana”, en Hartford en 1974. La obra representa las dificultades y tribulaciones que las gente enfrentaba en la ciudad, algo que observó durante su servicio como trabajador social, incluso condiciones de vivienda precarias, como infestaciones de cucarachas, y problemas de salud como el alcoholismo.
El mural también muestra dos figuras masculinas, una que labra con una pala, en representación del hombre trabajador, y otra con el puño cerrado, para representar la fortaleza.
“Es un símbolo purificador de que, si trabajamos y estudiamos, tenemos la fuerza para superar lo que sea”, dijo. “Este fue el mural que comenzó a impulsarme hacia el activismo a través del arte.”
En 2009, gracias a una beca de Roberts Foundation for the Arts, creó su mural más reciente, “Trabajando en la Remolacha”. El mural representa a los trabajadores migrantes que abastecen de alimentos a la mesa estadounidense.
“Vemos una bandera estadounidense en forma de mesa. Las patas de la mesa son trabajadores inmigrantes”, explicó.
El mural destaca su propia experiencia como migrante y presenta a su familia a lol largo de las generaciones. Según Chávez, el mural se inspiró en una fotografía de los campos de remolacha azucarera en Nebraska, tomada alrededor del año 1925. Él explica que su familia trabajó en esos campos hasta que sus padres, junto a más de un millón de personas de ascendencia mexicana, fueron repatriados durante la Gran Depresión.
El mural también incluye otras imágenes, como un mapa de México antes de la expansión de Estados Unidos, que Chávez denomina como territorio “robado”, y un alambre de púas –símbolo que, según Chávez, representa la opresión y el dolor, usado por el artista en otras de sus obras.
Chávez utilizaba muchas de sus piezas para enviar mensajes sobre temas contundentes.
“A lo largo de los años, la respuesta que he recibido sobre algunas de esas obras es: ‘Bueno, es que no cabe en mi sala’. Bueno, es que no es para tu sala. Es para quien sepa apreciar la idea detrás de la obra”, afirma Chávez.
El arte como forma de activismo
Chávez también participó en la defensa de los derechos de los artistas a modo de activista.
Según Chávez, en los años 70 se celebraba un festival en la Plaza de la Constitución, en el centro de Hartford, donde los artistas debían pagar para poder exponer sus obras. También se esperaba que los artistas donaran a la organización el 20% de lo que vendieran.
“[La organización] pagó por el sistema de sonido, las carpas, la escenografía. Pagaron por todas estas cosas y por la publicidad, y, sin embargo, les pedían a los artistas que pagaran por participar. Me pareció muy mal”, señaló.
Chávez ayudó a organizar un boicot a nivel estatal y un festival alternativo de artistas que, según él, logró efectuar cambios y que se clausurara el otro festival.
En 1978, Chávez colaboró con un pequeño grupo de artistas para redactar una ley que financiaría proyectos de arte público.
La legislación del 1% para las artes establece que el estado debe destinar el 1% de los fondos de proyectos de construcción o rehabilitación de propiedades públicas para la adquisición de obras de arte.
“Hay muchas universidades, tribunales y otros lugares que cuentan con obras de arte gracias a esta ley. El Capitolio estatal y la oficina legislativa son un buen ejemplo. Hay que ver la carpintería y los pisos que hicieron allí. El lugar tiene varias piezas impresionantes, todas financiadas por la legislación del 1% para las artes. Y todo para beneficio del público. Realmente, un servicio comunitario”, comentó.
Durante su servicio como parte de la junta de Roberts Foundation, también abogó por la compensación a los artistas. Chávez relata que planteó que toda propuesta de exposición de arte que llegara ante la junta debía incluir una partida que demuestre que los artistas están recibiendo compensación.
“La exposición se convierte en algo similar a un concierto, porque la gente disfruta tu trabajo de la misma manera en que disfruta un concierto. Y algunos dirán que no se pueden comparar las experiencias, pero sí se puede. Es la obra de un artista por la que debe recibir compensación”, comentó.
Esta política sigue vigente hoy en día, algo de lo que Chávez asegura sentirse muy feliz y orgulloso.
‘Sirvan de Algo’
Chávez describió recibir el premio Reconocimiento a los Mexicanos Distinguidos 2024 como una experiencia conmovedora y de gran humildad. Aseguró que no solo refleja todo lo que su familia hizo por él, sino también el impacto de su labor en la comunidad.
Chávez recordó que su madre siempre le decía: “Sirvan de algo.” En otras palabras, hazte útil y ayuda a los demás.
“Esas palabras han resonado a lo largo de mi vida, simplemente aplicándolo en todo lo que he hecho,” dijo.
Aunque ya no se muestra tan activo como en su juventud, Chávez, de 81 años, sigue trabajando en la comunidad para mejorar los servicios que brindan las organizaciones artísticas.
“Idealmente, si tú ayudas a otros, y esos otros ayudan a otros y así sucesivamente, nadie necesitaría nada,” dijo Chávez.