En la inauguración de Donald Trump como 47.º presidente de Estados Unidos, el multimillonario tecnológico Elon Musk levantó dos veces el brazo derecho en un gesto que muchos interpretaron como un saludo nazi. Musk desestimó las críticas como una hipérbole “gastada”. La Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés) restó importancia a los gestos, calificándolos como “un momento torpe de entusiasmo”. Otros han relacionado los gestos con su afirmación posterior de que “mi corazón está con ustedes”. Jason Stanley, profesor de filosofía de Yale, dijo que cualquier parecido con un saludo nazi por parte de Musk no era accidental.
“Lo hizo intencionadamente”, dijo Stanley refiriéndose al gesto de Musk.
Stanley, autor del nuevo libro Erasing History: How Fascists Rewrite the Past to Control the Future (“La historia se borra: Cómo los fascistas reescriben el pasado para controlar el futuro”), sostiene que las acciones de Musk —así como las reacciones posteriores— reflejan una dinámica preocupante en la política moderna.
“Mi sospecha es que está troleando”, comentó Stanley. “La idea es: metamos a los liberales en un desacuerdo sobre si somos o no fascistas o miembros del Ku Klux Klan o lo que sea, y luego podemos reírnos de ellos mientras se agitan”.
Ahora bien, Stanley insiste en que este tipo de gestos son más que meras provocaciones.
"Cuando troleas con estas ideologías, cuando juegas con ellas de manera burlona para ‘fastidiar a los liberales’, también les estás dando atención pública a esas ideologías”, explicó.
Esta normalización, advirtió, alimenta un patrón más general en el que las ideologías fascistas se introducen deliberadamente en el discurso dominante, a menudo disfrazadas de ironía o desvío.
El manual fascista
Stanley recurre a la historia para identificar alarmantes paralelismos entre el movimiento de Trump y las estrategias fascistas clásicas. Ante la pregunta de si Trump y sus aliados están siguiendo un “manual fascista”, Stanley no titubeó.
“Por Dios, ¡claro que sí!”, contestó, refiriéndose en primer lugar a los esfuerzos en curso por reescribir la historia del 6 de enero de 2021. “Van a intentar convertirlo en un gran acontecimiento patriótico. No me sorprendería si más adelante intentan convertirlo en algún tipo de fiesta nacional”.
Stanley también criticó el ataque de la administración Trump a las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión (DEI).
“Están intentando borrar la igualdad de las perspectivas negras, de las perspectivas LGBTQ. Cada vez que las personas negras en posiciones de poder se expresan abiertamente, las acusan de ser contrataciones por DEI”, señaló. “El argumento de que la igualdad es discriminación parece ser una parte fundamental de esta administración”.
Stanley añadió que el esfuerzo continuo por prohibir lo que se ha calificado como conceptos divisivos en las escuelas —como las lecciones sobre el racismo estructural— refleja aún más las ambiciones fascistas de controlar la memoria pública.
“La exclusión de hipotecas por discrimen, o el ‘redlining’, ocurrió”, dijo Stanley. “Pero si lo enseñas en universidades o en escuelas secundarias, ahora podrías ser despedido”.
Para Stanley, quizá lo más preocupante es la postura de Trump de que la educación debe servir como herramienta para inculcar patriotismo.
“[Trump dijo] que el propósito de la educación es hacer que la gente vea que la nación es grande”, parafraseó Stanley. “Esto es puro fascismo”.
¿Democracia en peligro?
Los estudios de Stanley sobre el autoritarismo le dejan pesimista sobre el futuro de la democracia.
“La democracia es efímera. No ha existido por mucho tiempo”, resaltó. Señaló que la filosofía política, desde Platón, advierte sobre el atractivo de los líderes autoritarios.
“En las elecciones democráticas, los líderes autoritarios siempre ganarán”, expresó. “Por eso, la democracia es muy frágil”.
Stanley observa señales preocupantes a escala mundial. “Lo que estamos viendo es un retroceso de la democracia a nivel mundial”, explicó, citando el miedo a los inmigrantes y a los ciudadanos LGBTQ+ como herramientas comunes para conseguir apoyo autoritario. “Nos enfrentamos a un momento en el que la democracia podría ser algo del pasado”.
Un rayo de esperanza
A pesar de su análisis sombrío, Stanley ve razones para un optimismo cauteloso. Como prueba de que incluso los sistemas de opresión más arraigados pueden desafiarse, recuerda que Estados Unidos superó las leyes de Jim Crow mediante la resistencia no violenta.
“Si pensamos en las leyes de Jim Crow como un régimen fascista, como lo hacen muchos, vivimos en un país donde derrotamos al fascismo de manera no violenta”, afirmó.
Stanley también destacó la lucha de Ucrania contra el autoritarismo ruso como un ejemplo de la resistencia democrática.
“Algunas personas, dependiendo del espíritu de su país, se cansan de perder la capacidad de reemplazar a los líderes”, dijo. “La historia de Estados Unidos, para mí, sugiere que somos uno de esos países”.
En definitiva, Stanley cree que el futuro depende de la acción colectiva.
“[El futuro] depende de nosotros”, concluyó.